sábado, 19 de febrero de 2011

Acerca de los detalles en el cosplay y su uso en la argumentación para justificar un ejemplar como "bueno".

Para comprender mejor este texto, haré antes que nada algunas anotaciones acerca de los detalles.

Vemos ahora una definición dada aquí:

detalle s. m.

1 Hecho o circunstancia secundaria que contribuye a formar una cosa: contó con todo lujo de detalles lo que le había pasa

do.

2 Serie de cosas listadas de manera minuciosa.


En el cosplay, la noción más extendida de "detalle" que hay parece ser aquella que se refiere a la complejidad o saturación de los elementos que componen un vestuario. Se habla de la "cantidad de detalles", haciendo referencia a un número de elementos dado para un traje.

s m detalle [de'taʎe]

1 elemento que pertenece a algo y del que se puede prescindir

El guía del museo no se detiene en los detalles de las obras.

detalle

sustantivo masculino

1 pormenor, minucia.

Detalle hace referencia a una parte o a un aspecto parcial de una cosa, que en la descripción o presentación de lo más importante de ella resulta accesorio: explícame lo que pasó sin entrar en detalles.

(El texto fue editado para mostrar las definiciones más convenientes).

Habiendo dicho esto, el detalle en un cosplay es desde luego un atributo deseable pero no necesario. Es deseable si el objetivo es replicar a la perfección al personaje en que se haya basado el vestuario, no es necesario, por que puede variar para la conveniencia del usuario, y adaptarse a su gusto, su economía o sus necesidades particulares (ejemplo, si se es alérgico a ciertas telas o al contacto con ciertos metales).

Podemos encontrar muestras de cosplay abundante en detalles, con el pretexto de "cuidar de la fidelidad al personaje", y que sin embargo es pobremente ejecutado (por una deficiente elección de los materiales, el desconocimiento en el uso de los mismos, un aprovechamiento pobre de recursos, etc.), y aquel en que algunos detalles se sacrifican, pero el resultado es pulcro y agradable a la vista, además de perfectamente entendible. Y hay casos varios en que es un detalle el que le aporta vida y dinamismo al disfraz, ya que por su sencillez, es complementado con gran éxito: por ejemplo, uniformes escolares donde el detalle reside en la peluca estilizada que convierte al portador en X personaje, en lugar de tratarse de Z “cosplayer” en uniforme escolar, o un traje de samurai, que con la espada apropiada, una cicatriz aplicada en la mejilla y una peluca adecuadamente trabajada, se torna en un traje de Kenshin).

Conviene aclarar que un detalle mal aplicado, si es notorio, podría devenir en la ruina del traje entero, si, por ejemplo, se eligiese una tela con brillos excesivos y lentejuelas en lugar de una tela apropiada para una yukata.

Hasta este punto, creo que podemos notar que casi cualquier cosa se convierte, eventualmente, en un detalle, ya que como se ha dicho, se trata de las partes de un todo. Y todo se puede considerar, o puede ignorarse arbitrariamente.

Acerca de todo esto, yo sostengo que los detalles tienen la importancia que el ejecutante les de, ya que sirven para complacerle a él. Los espectadores pueden quedar conformes, como ocurre en muchos casos, con un disfraz que si bien no es una réplica perfecta, tiene las suficientes insinuaciones para que se sepa de que personaje se trata, en que versión, y el efecto a la vista no sea desagradable.

Si el traje ha de portarse en un photoshoot en el que se hagan fotos, por ejemplo, a la cara, será de vital importancia que si el personaje lleva aretes, pestañas largas, orejas de elfo, etc., se encuentren bien aplicadas, pero no es un asunto de ley o rigor, es de si hacerlo complacerá al ejecutante (se puede entender que sin duda agradará al público y al fotógrafo que el traje sea semejante).

Si en cambio, el objetivo de el disfraz es el performance, quizá no se tenga que copiar el vestuario, sino hacer las indicaciones sutiles que mencionaba hace un momento, de manera que el espectador pueda intuir que se trata de X personaje en X versión. Al estar el espectador/fotógrafo/juez/etcétera a más de un metro de distancia, quizá aquellos adornos para el cabello en que invertiste tanto tiempo no sean visibles. Quizá convenga prestarle mucha más atención a la utilería que lleves (si es que llevas) o a la actuación que se va a llevar a cabo, de manera que el adorno del cabello, por sí mismo, no tenga un discurso, sino únicamente cuando forma parte del todo: el traje más el performance. No hay que perder de vista que el traje o el performance no deben opacar al personaje, sino formar parte de el, y el peso entre ambos debe ser equilibrado sin que uno predomine. Y claro, todo lo anterior bien puede perder totalmente el sentido si es algo diferente lo que agrada al ejecutante, quien, por sobre todas las cosas, debe decidir que es lo que para el es lo mas satisfactorio.

Y sobre todo, nunca hay que perder de vista la diversión y el gozo. Para algunos son un medio, para otros son un fin, pero ciertamente, es mucho más difícil el cosplay sin ellos.


Que la parte morada "no iba brillosa"? Que "no era de esa tela de la que se debía hacer"? Es Francesca Dani señoritas, she rocks!!! Por que ella lo hace así y le gusta :D, así que se ve genial.


* Gracias a todos quienes me auxiliaron en la publicación de este texto con sus comentarios y observaciones, los quiero ♥





martes, 1 de febrero de 2011

Experiencia del tránsito de la modernidad a la postmodernidad: Cosplay

He abordado este trabajo desde la postmodernidad, por ser la época en que estoy inmersa y que conozco mejor por estar experimentándola. He introducido para ejemplificar a la postmodernidad al cosplay, que es un hobbie que realizo hace varios años. El cosplay proviene de Japón, se inició en los años 70’s y consiste en la caracterización, por medio del disfraz, de personajes, reales o ficticios, que guardan alguna relación con la llamada “cultura otaku”, con los aficionados al comic o a la ficción. Existe muy poca bibliografía respecto al tema, y la existente es muy poco accesible al occidente por estar escrita en japonés y ser muy poco conocida incluso en su propio país, por lo que los datos provienen de mi propia investigación y experiencia en el campo. El hobbie en sí mismo ha trascendido las fronteras de Japón y se encuentra extendido casi por todo el mundo. Se realiza mayormente en el marco de convenciones o salones dedicados a las aficiones antes mencionadas. Existen discusiones acerca de si el cosplay es arte, sus detractores lo niegan con base en su origen de pasatiempo, y quienes apoyan esta hipótesis se basan en los conocimientos, técnicas y supuestas bases teóricas que lo sustentan (se apoya en diseños de vestuario hechos para comic o manga, precisa de la confección, el diseño textil, la fotografía, precisa poseer habilidades histriónicas, etc...). Para este trabajo, supondremos que, en efecto, algún cosplay pueda ser considerado como arte.
Esta afición se ubica en la postmodernidad por ser resultado del fanatismo por objetos que dentro del marco de ella han llegado a considerarse como arte: los cómics, los mangas, el diseño de vestuarios y el diseño textil. A través de estos medios se hace manifiesta la desconfianza de las sociedades en la idea de progreso, se recurre a ideas místicas en oposición a las científicas, se rinde culto a la tecnología y se genera un consumismo específico. Se presenta en forma de performance o de fotografía, pero ambos tienen intenciones miméticas, como las reinterpretaciones postmodernas dentro del arte: vuelven a recurrir a la representación como posibilidad, pero no pretenden incorporar un nuevo discurso. Y en realidad, ofrece otras posibilidades, por ejemplo, el vídeo.
Lo ideal para el cosplay es que la participación de quien porta el disfraz sea mínima, que abandone su personalidad y se entregue completamente a la interpretación. La imitación perfecta llega en un número mínimo de casos, pues hay cuestiones que escapan al intérprete, como la alteración de las dimensiones de los cuerpos en el dibujo, el uso o ensamblaje de materiales de formas imposibles de emular o sus propias limitaciones físicas (extrema delgadez, estatura, etc.). No obstante, esto no es una regla rígida y ha resultado apreciarse como bueno aquello en lo que el intérprete imprime sus propios gestos, gustos o maneras, y le aporta su personalidad al personaje en vez de que el personaje se apropie de él, o se prefiere incluso a personas con rasgos físicos específicos, aún si no son los que el personaje presenta, como en el caso de los orientales, que son sumamente apreciados pero no parecidos, por ejemplo, en el tamaño de los ojos. Ocurre incluso que se pierda el sentido del personaje representado como se pierde el sentido de una imagen por medio de su repetición.
Además, cuenta con una idea de belleza que puede basarse en muchas cosas y al mismo tiempo en nada. La hay sustentada en el parecido con el personaje, pero la hay también basada en la cantidad de piel exhibida, la procedencia del personaje que se interpreta, la nacionalidad del intérprete, etc.. Propio de la postmodernidad es contar con este tipo de “reglas”, que aparecen contradictorias y permiten dos cosas opuestas al mismo tiempo. Otra intención que podríamos considerar dentro de la modernidad es la de escapar de la institución artística, y sin embargo considerarse arte. Este es, como he dicho anteriormente, un problema que no se ha resuelto dado que no se ha logrado elucidar si el cosplay puede considerarse arte.
Una intención dentro del cosplay que podría considerarse como parte de la modernidad es la de lo opuesto a lo tradicional, la innovación dentro de las formas de expresar una afición y una intención de revolucionar a los relatos ficticios en que se basa al convertirse uno mismo, literalmente, en el personaje que admira. Esto permanece aún en la intención, es algo practicado por pocos aún y no es abrazado por la mayor parte de los aficionados, dentro de ella ha generado una sociedad en pequeña escala que se nutre a sí misma y no necesita del exterior; cuando interactúa con él no le pide una participación activa y no lo incita a buscar nada. Genera además sus propias celebridades, las cuales sólo tienen validez dentro de su propio círculo.
Éste, de ser arte, sería un completamente carente de profundidad o de discurso, como el propio de la postmodernidad, si se realiza bajo las condiciones que otorga el fanatismo. Aunque no todo se encuentra bajo estas condiciones; hay algunos intérpretes que dotan a su actividad de un discurso que es subjetivo y se refiere a la introspección, pero finalmente, lo dotan de una intención ligeramente distinta de la primera.





BIBLIOGRAFÍA:
- Eagleton, Terry. Las ilusiones del post modernismo, Barcelona, Paidós, 1997
- Kuspit, Donald. Redeeming Art: critical reveries, Allworth Press, 2000
- Kuspit, Donald. El fin del arte, Akal, 2006
- Pozas Horcasitas, Ricardo. Los nudos del tiempo: la modernidad desbordada. Siglo XXI, 2006.