martes, 1 de febrero de 2011

Experiencia del tránsito de la modernidad a la postmodernidad: Cosplay

He abordado este trabajo desde la postmodernidad, por ser la época en que estoy inmersa y que conozco mejor por estar experimentándola. He introducido para ejemplificar a la postmodernidad al cosplay, que es un hobbie que realizo hace varios años. El cosplay proviene de Japón, se inició en los años 70’s y consiste en la caracterización, por medio del disfraz, de personajes, reales o ficticios, que guardan alguna relación con la llamada “cultura otaku”, con los aficionados al comic o a la ficción. Existe muy poca bibliografía respecto al tema, y la existente es muy poco accesible al occidente por estar escrita en japonés y ser muy poco conocida incluso en su propio país, por lo que los datos provienen de mi propia investigación y experiencia en el campo. El hobbie en sí mismo ha trascendido las fronteras de Japón y se encuentra extendido casi por todo el mundo. Se realiza mayormente en el marco de convenciones o salones dedicados a las aficiones antes mencionadas. Existen discusiones acerca de si el cosplay es arte, sus detractores lo niegan con base en su origen de pasatiempo, y quienes apoyan esta hipótesis se basan en los conocimientos, técnicas y supuestas bases teóricas que lo sustentan (se apoya en diseños de vestuario hechos para comic o manga, precisa de la confección, el diseño textil, la fotografía, precisa poseer habilidades histriónicas, etc...). Para este trabajo, supondremos que, en efecto, algún cosplay pueda ser considerado como arte.
Esta afición se ubica en la postmodernidad por ser resultado del fanatismo por objetos que dentro del marco de ella han llegado a considerarse como arte: los cómics, los mangas, el diseño de vestuarios y el diseño textil. A través de estos medios se hace manifiesta la desconfianza de las sociedades en la idea de progreso, se recurre a ideas místicas en oposición a las científicas, se rinde culto a la tecnología y se genera un consumismo específico. Se presenta en forma de performance o de fotografía, pero ambos tienen intenciones miméticas, como las reinterpretaciones postmodernas dentro del arte: vuelven a recurrir a la representación como posibilidad, pero no pretenden incorporar un nuevo discurso. Y en realidad, ofrece otras posibilidades, por ejemplo, el vídeo.
Lo ideal para el cosplay es que la participación de quien porta el disfraz sea mínima, que abandone su personalidad y se entregue completamente a la interpretación. La imitación perfecta llega en un número mínimo de casos, pues hay cuestiones que escapan al intérprete, como la alteración de las dimensiones de los cuerpos en el dibujo, el uso o ensamblaje de materiales de formas imposibles de emular o sus propias limitaciones físicas (extrema delgadez, estatura, etc.). No obstante, esto no es una regla rígida y ha resultado apreciarse como bueno aquello en lo que el intérprete imprime sus propios gestos, gustos o maneras, y le aporta su personalidad al personaje en vez de que el personaje se apropie de él, o se prefiere incluso a personas con rasgos físicos específicos, aún si no son los que el personaje presenta, como en el caso de los orientales, que son sumamente apreciados pero no parecidos, por ejemplo, en el tamaño de los ojos. Ocurre incluso que se pierda el sentido del personaje representado como se pierde el sentido de una imagen por medio de su repetición.
Además, cuenta con una idea de belleza que puede basarse en muchas cosas y al mismo tiempo en nada. La hay sustentada en el parecido con el personaje, pero la hay también basada en la cantidad de piel exhibida, la procedencia del personaje que se interpreta, la nacionalidad del intérprete, etc.. Propio de la postmodernidad es contar con este tipo de “reglas”, que aparecen contradictorias y permiten dos cosas opuestas al mismo tiempo. Otra intención que podríamos considerar dentro de la modernidad es la de escapar de la institución artística, y sin embargo considerarse arte. Este es, como he dicho anteriormente, un problema que no se ha resuelto dado que no se ha logrado elucidar si el cosplay puede considerarse arte.
Una intención dentro del cosplay que podría considerarse como parte de la modernidad es la de lo opuesto a lo tradicional, la innovación dentro de las formas de expresar una afición y una intención de revolucionar a los relatos ficticios en que se basa al convertirse uno mismo, literalmente, en el personaje que admira. Esto permanece aún en la intención, es algo practicado por pocos aún y no es abrazado por la mayor parte de los aficionados, dentro de ella ha generado una sociedad en pequeña escala que se nutre a sí misma y no necesita del exterior; cuando interactúa con él no le pide una participación activa y no lo incita a buscar nada. Genera además sus propias celebridades, las cuales sólo tienen validez dentro de su propio círculo.
Éste, de ser arte, sería un completamente carente de profundidad o de discurso, como el propio de la postmodernidad, si se realiza bajo las condiciones que otorga el fanatismo. Aunque no todo se encuentra bajo estas condiciones; hay algunos intérpretes que dotan a su actividad de un discurso que es subjetivo y se refiere a la introspección, pero finalmente, lo dotan de una intención ligeramente distinta de la primera.





BIBLIOGRAFÍA:
- Eagleton, Terry. Las ilusiones del post modernismo, Barcelona, Paidós, 1997
- Kuspit, Donald. Redeeming Art: critical reveries, Allworth Press, 2000
- Kuspit, Donald. El fin del arte, Akal, 2006
- Pozas Horcasitas, Ricardo. Los nudos del tiempo: la modernidad desbordada. Siglo XXI, 2006.

1 comentario:

  1. Me encanta como escribes, me encanta como abordas un tema para muchos inentendible y lo profundizas, me gusto mucho.

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario!